Abstract
El centro histórico de la ciudad de Cartagena ha sido, por muchos años, un espacio que la
ciudadanía, mediante prácticas sociales, ha dotado de significados, y que le ha brindado a ésta,
diversos medios para la definición, re-definición y construcción de su memoria colectiva,
convirtiéndose, así, en catalizador de procesos que instan a la interpretación de su historia.
Una pieza fundamental en la construcción de dicha memoria es el barrio Getsemaní. En
cuanto que hizo y aún hace parte del centro histórico, que era la ciudad misma durante el período
colonial y republicano antes de que el crecimiento y la expansión urbanística llegaran a ella. La
importancia del barrio para la ciudad, entre otras cosas, se resume en que fue en sus calles donde,
por parte de criollos, se gestaron los primeros movimientos revolucionarios que buscaban la
independencia absoluta de España. Además, hoy, junto al barrio San Diego, es el único, dentro
del corralito de piedra, que aún se mantiene residencial y es habitado por cartageneros
autóctonos.
Diaz de Paniagua y Paniagua Bedoya (1993) relatan que la isla de los franciscanos (como
inicialmente se le conocía a Getsemaní) para el año 1539 (época colonial), estaba habitada por
una población no hispana, en la que concurrían extranjeros e indígenas de otras latitudes. Esto
parece desmentir el supuesto histórico de que Getsemaní fue cuna de la cultura afro descendiente
en Cartagena desde la colonia. Consecuentemente, a finales del siglo XVI, surge una clase social
dominante, conocida como los extranjeros. Ésta estaba compuesta, en su mayoría, por artesanos,
mercaderes y tratantes de negros; lo anterior nos permite reconocer desde sus inicios a
Getsemaní como un arrabal o un puerto de actividades comerciales.