Abstract
Es común que los indicadores económicos y sociales sean criticados, calificán-dolos de incompletos y arbitrarios. Puede que, en verdad, lo sean. Pero aún reco-nociendo sus limitaciones, suministran información que ha ayudado a identificar y solucionar problemas relevantes del pasado. Hace 200 años, la expectativa de vida al nacer en el mundo no superaba los 40 años, ni siquiera en Holanda e Ingla-terra, los países más ricos de la época. Desde entonces, a pesar de enfermedades, hambrunas y guerras, la humanidad ha elevado su expectativa de vida a razón de tres meses anuales: hoy en muchos países la expectativa de vida al nacer se acerca a los 80 años. Ningún país del mundo tiene una esperanza de vida inferior a la de hace 200 años. Incluso en la República Democrática del Congo, el país más pobre del planeta, la gente vive más de 45 años (The Economist, 2011, p. 80-81)