Abstract
Desde la década de los 90 se habla de tecnologías disruptivas (TD) para hacer referencia a innovaciones no evolutivas que implican cambios relevantes en todos los entornos (Bower y Christensen, 1995). Este tipo de transformaciones, que se perciben en las esferas social, industrial, política, económica y cultural, dan paso a nuevas ideas, productos y/o servicios que, aunque no estén necesariamente relacionados con la tecnología, sí ofrecen múltiples ventajas frente a los ya existentes. Como consecuencia, la forma tradicional de hacer las cosas pasa a ser menos eficiente y, con ello, menos utilizada.
En el caso particular de los negocios, las TD transforman radicalmente la forma en la que las empresas operan, crean valor y se relacionan con sus clientes y competidores. Para las empresas que estén dispuestas a abrazar el cambio y a adaptarse, estas tecnologías ofrecen oportunidades significativas y tienen el potencial de revolucionar industrias enteras al introducir nuevos modelos de negocio y cambiar las reglas de juego. Es por ese motivo que el manejo y comprensión de las características que rigen a las TD son fundamentales para navegar con éxito en un entorno empresarial complejo y en constante evolución (Del Río Riande, 2019; Deloitte, 2023).