Abstract
En la actualidad es cada vez más común que las mujeres se sumen a la fuerza
laboral, esto genera la necesidad de que las tareas del hogar no remuneradas
ejercidas anteriormente por la “mujer de la casa” sean delegadas en su mayoría a
empleadas domésticas “por días”. Esta demanda también aumenta por la
insuficiencia de la asistencia institucional a niños y ancianos.
Las personas que contratan una empleada “por días”, se encuentran con
problemas como absentismo frecuente, baja calidad del servicio, abandono
definitivo o temporal del trabajo sin aviso previo, hasta delitos como robo, abuso
de confianza, maltrato a los integrantes indefensos a su cuidado (niños y
ancianos); además que no es fácil contratar servicios para realizar los quehaceres
del hogar, ya que generalmente estos son recomendados por conocidos o
compañeros de trabajo. En oposición, las personas contratadas directamente para
realizar actividades domésticas, se encuentran expuestas a maltratos, son
vulnerables a abusos y explotaciones, no tienen una descripción precisa de las
labores ni horario, no se encuentran vinculadas a seguridad social ni ARP, en caso
de embarazo son desvinculadas de sus labores, y sumada a esta problemática se
presenta alta rotación, que se genera por la informalidad del sector.
Por consiguiente, para beneficio de las partes es imperativo formalizar los
servicios profesionales del hogar, en donde se garantice para la empleada un
horario, un salario y unas funciones definidas, y para el usuario (en este caso
familias) un servicio de calidad, similar al que prestan las empresas de outsourcing
de aseo a los diferentes sectores de económicos.
De igual forma, para los servicios prestados a los diferentes sectores económicos
es necesario que la empresa este en contacto constante con el cliente así prestar
un servicio óptimo, confiable y flexible, diseñado específicamente para cada
cliente y que pueda responder rápidamente a las solicitudes diarias