Abstract
Los países tercermundistas, se han caracterizado por tener una cultura
empresarial muy pobre. Desde la infancia, a los estudiantes se transmite el
mensaje de que deben esforzarse por conseguir un buen puesto y por lo tanto su
aspiración se reduce a ser un empleado. Pocas y raras son las instituciones
educativas y los grupos de referencia, que incitan a los jóvenes a ser dueños de
sus propias empresas. Es por ello que crecen con una idea bastante conformista
del mundo empresarial, pues no tienen la ambición y mucho menos la visión de
constituir empresas ya que piensan que la persona que crea una empresa es
aquella que tiene los recursos y en general, manejan una serie de mitos y
disculpas para ni siquiera pensarlo.
Hoy por hoy, los jóvenes se encuentran desmotivados, pues aunque tienen
buenas ideas cuando salen de la universidad, se tienen que enfrentar a una
realidad muy triste que acaba con todos sus sueños y proyectos, pues la situación
del país restringe las oportunidades para que éstos funcionen y lo que es peor, las
instituciones financieras no otorgan préstamos a personas que no tienen una
historia crediticia, ya que trabajan bajo la premisa “se le presta al que tiene cómo
pagar”