Abstract
La identidad definida como proceso, implica la aceptación individual del sujeto como
elemento forjador e integrador de un proyecto social. A partir de lo anterior, se podría
definir la identidad cultural, desde una perspectiva histórico-estructural, como “algo que
está en permanente construcción y reconstrucción dentro de nuevos contextos y
situaciones históricas, como algo de lo cual nunca puede afirmarse que está finalmente
resuelto o constituido definitivamente, como un conjunto fijo de cualidades, valores y
experiencias comunes” que además, se complementa de “las prácticas y significados
sedimentados en la vida diaria de las personas” (Larrain & Hurtado, 2003, p. 40).
En Cartagena de Indias, en el área del Centro Histórico, encontramos los diferentes roles
establecidos innata o intencionalmente por los sujetos y por el contexto: ciudadanos,
vendedores ambulantes, profesionales, cocheros, artistas, turistas, estudiantes,
indigentes, familiares, vecinos, entre otros, en donde reflejan características propias de su
identidad cultural.
La posibilidad hereditaria y las dinámicas de supervivencia, hacen que los oficios se
modelen por diferentes razones: la admiración, la necesidad, tendencia, etc.; pero de
igual manera, y por su misma naturaleza, corren el riesgo de ser olvidados, que se pierdan
en el tiempo o que se transformen, de tal manera que las nuevas dinámicas le abran
espacio a otras labores.