Abstract
No es difícil imaginar la desazón de Justico. Con tan solo 11 años perdía, por segunda vez, lo que consideraba su hogar. Los familiares de Jorge Rafael Acosta decidieron que lo mejor era que se fuera a vivir nuevamente con su madre, quien ya no se encontraba viviendo en Sincelejo, sino en Medellín, en donde ya tenía hijos y un hogar conformado con Licho Almario.
“Lo que pasó, tú sabes que el maestro, el Viejo Acosta y su esposa, ellos murieron en la misma semana. Fue un gran dolor porque yo vivía con ellos solito. Los hijos de ellos: Alex Acosta ya vivía en Bogotá; el otro Manuel Acosta, que tocaba el saxofón también, vivía en Barranquilla pero en otro lado; la hija de ellos se había casado; todos, ¿me entiendes? Entonces yo estaba solo con el viejo, ves. Porque a la señora la habían internado en un hospital con una trombosis que ella padecía,
estaba grave la señora, y entonces a él le gustaba mucho la bebida, al Viejo, bebía mucho, entonces… y tenía épocas en las que no bebía, y en esta época no estaba bebiendo, ¿ves?, cuando estaba ahí solos ahí, entonces de pronto le entra a él una cosa así en la noche, en la media noche, ah, que no puede respirar. Y yo tengo como once años, ¿ves?, entonces yo era… yo llamo al vecino y el vecino viene y dice: “no, tienes que ir al doctor, llévalo al doctor inmediatamente”. Agarran un taxi, me
subieron al taxi con él y nos fuimos al hospital. Lo ingresamos al hospital. De pronto, como una hora después sale el doctor y me dice: ‘¿Quién es el que está aquí con el señor Acosta?’. Y le digo: ‘yo estoy aquí’. Y dice: ‘el señor se murió, se acabó de
morir’. Y yo: ‘ayyy, Dios mío, se murió’. Y eso fue como digamos un martes, entonces el viernes de la misma semana falleció la señora, la esposa de él, pues. Entonces imagínate. Prrrrr. Todo lo que yo tenía, todo el piso que yo tenía, se cayó. Claro que
yo tenía mucha tristeza por lo que había sucedido. Imagínate, de once años no sabía qué hacer, no sabía qué iba… no tenía ni idea. Nada podía pensar, ni qué es lo que voy a hacer. No, en realidad, nada.”